Crónica: Rodrigo Garbini / Fotos: Juan Paradeda

Tras seis años, el sexteto noruego volvió a Buenos Aires para presentar “Eonian”, su última producción discográfica.

Muchas de las bandas abanderadas de lo que fue la Segunda Ola del Black Metal en Escandinavia a principios de la década del noventa, se han mantenido fieles a la fórmula anárquica y caótica que les ha hecho ganarse un nombre dentro de la escena más allá de las cuestiones extramusicales que siempre acompañarán a este estilo de música. Otras como los noruegos Dimmu Borgir, se despegaron poco a poco del núcleo rudimentario de la propuesta original refinando sus sonidos con orquestaciones, estribillos tribuneros y otras misceláneas extravagantes, llegando a fraguar una identidad que resulta harto accesible y que les permitió abarcar un público más allá de los confines impíos del Black Metal, ganándose también la bronca de los puristas. Dicho esto, no cuesta entender por qué el Teatro Flores fuera el recinto elegido para la segunda presentación de los noruegos en nuestro país, vistiendo una convocatoria notable en un año de mucha competencia de shows.

Tras las (excesivamente) cortas presentaciones de los locales Morferus y Matan SA, los noruegos saldrían a la escena a las 21 horas con sus amedrentantes vestiduras para principiar con “The Unveiling” y hacer añicos el mito de que siempre los primeros temas conviven con imperfecciones sonoras.

Como la excusa principal era presentar su última producción en estudio, el extravagante “Eonian” (2018) que casi tiene un pie adentro del estilo bautizado como Avant-Garde, la columna vertebral del repertorio se basó en la inclusión de cortes como “I Am Sovereign”, “Council of Wolves and Snakes” y “Archaic Correspondence”. Para los presentes esto no despertó indiferencia alguna, más bien todo lo contrario, ya que le dejaron bien claro a los noruegos que estaban al tanto de su presente, sobre todo con la tribunera “Interdimensional Summit” que puso al Teatro entero en el aire llegando a contagiar a la banda misma por más apáticos y malvados que hayan querido parecer: Fue Shagrath, quien relevó su rol de vocalista al público en reiteradas oportunidades mientras que el resto de los miembros no paraba de arengar ante los estallidos del público argentino.

Mientras tanto, canciones como “The Chosen Legacy”, “The Serpentine Offering” (una de las más celebradas) o “Gateways” mostraron que han madurado bien en su período de estación y van camino a lograr el estatus de clásicos. Pero si de números memorables hablamos, la ejecución de “Puritania” se llevó la mayor descarga de fervor de los autoconvocados, y fue la encargada de ponerle fin a la primera parte.

Poco fue el espacio que cedieron los noruegos para sus clásicos de antaño, ya que “Indocrination” y “Progenies of the Great Apocalypse” serían los números seleccionados para iniciar los bises y tan solo “Mourning Palace”, opening de aquel lejano “Enthrone Darkness Triumphant” (1997) y cierre de la velada, fue elegida como embajadora del génesis lejano de Dimmu Borgir. Caso contrario había ocurrido en la presentación previa de los noruegos en nuestro país, donde las canciones más antiguas fueron las protagonistas de la noche. Algunos verán este contraste como algo positivo, mientras que otros tal vez no. Lo cierto es que los maestros del Black Metal Sinfónico dejaron la huella de un show vibrante que solo tuvo de penoso la escasa duración: apenas setenta minutos.
 
 
 
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