Crónica: Rodrigo Garbini / Fotos: Maru Debiassi

El proyecto solista del líder de Iron Maiden, British Lion, se presentó por vez primera en nuestro país superando toda expectativa previa.

Corría el año 2012 cuando en el mundo de Iron Maiden cayó una bomba imprevista dejando boquiabierto hasta al más escéptico de los fans. Steve Harris, padre de la criatura, lanzaría un álbum solista tras 37 años con la doncella de hierro. Teniendo en cuenta las influencias del bajista, las expectativas apuntaban a que su debut en solitario tendría un sonido emparentado a sus bandas favoritas como Genesis, Wishbone Ash, UFO, etc. Pero la realidad golpeó duro en la cara de la gran mayoría de los fans con un discreto disco de hard rock melódico titulado “British Lion”, simple, chato y dejando de relieve el problema que siempre tuvo Steve Harris para elegir vocalistas, recordando que a Bruce Dickinson lo fichó el manager de Maiden, Rod Smallwood.

Si la idea original de Steve Harris era volver a tener contacto con el under tocando en pequeños recintos para audiencias reducidas, podemos decir que se salió con la suya. No cuesta entender entonces como un show inicialmente estructurado para ejecutarse en las inmediaciones del estadio de Obras Sanitarias, pasara al recinto ubicado en el barrio de San Telmo, Museum Live, donde el pasado viernes 16 de noviembre, el león británico rugió por primera vez en nuestro país.

Los locales Lörihen abrieron la noche con un repertorio corto pero contundente, repasando los mayores hits de su carrera donde no faltaron “Bajo la Cruz”, “Aún Sigo Latiendo”, “El Último Eclipse” y el final cantado con “Vida Eterna”. Pasadas las 21:15 horas, el quinteto londinense sale a la escena para interpretar “This is my God” ante unas quinientas personas, gozando de un sonido adecuado que iría mejorando con el correr de los minutos.

Todas las miradas, cámaras y halagos se las llevó el verdadero frontman de la banda; es emocionante ver como Steve Harris a sus 62 años pone la misma garra, euforia y actitud con la que tocaba a los 18, ya fuera ante quinientos, cinco mil o cincuenta mil espectadores. La banda que lo acompaña, además de ser muy carismática, resultó ser por demás compacta, sin embargo el criticado vocalista, Richard Taylor, demostró que sus falencias en estudio no escapan a su labor en vivo. Así y todo, canciones como “A World Without Heaven”, “Judas”, “Us Against the World” o “These Are the Hands” demostraron tener una solidez superlativa al ser ejecutadas sobre las tablas dejando en ridículo a sus pálidas contrapartes en estudio.

Steve Harris había llegado a declarar que estas canciones se habían compuesto 25 años atrás, cuando Iron Maiden lanzaba “Fear of the Dark” (1992), y tal vez en otro contexto el álbum hubiera tenido mayor aceptación. Pero a la hora de salir al escenario, la impronta de Steve Harris para componer pensando en cómo sonará la canción en vivo es totalmente palpable y a uno no le queda otra que sacarse el sombrero. Como si fuera poco, las canciones nuevas resultan mucho más atractivas que las viejas, destacando sobre todo a “Last Breath” y el corte adelanto “Spit Fire”.

Todas las dudas quedaron reducidas a murmullos y toda expectativa fue superada con creces desde el minuto cero, haciendo que la imponente y humilde figura de uno de los bajistas y compositores más grandes de todos los tiempos, resulte todavía más inmensa.
 
 
 
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