Con la cantidad desmedida de información que se maneja actualmente, el uso frenético de las redes sociales y el contacto directo de los seguidores con los artistas, es ingenuo pensar que los mayores exponentes de ciertos géneros musicales como el black o el death metal están en condiciones de mantener la imagen de gente oscura que los caracterizó hasta, más o menos, finales de los 90’s.

El halo de misterio que rodeaba ciertas situaciones o los mitos que se creaban alrededor de ciertos artistas, se fueron derrumbando año tras año, proporcionalmente a la cantidad de selfies que aparecían cada vez más seguido con sus fans o desde el parque de sus casas, expuestos al sol y tomando algún smoothie en una reposera. Toda esta exposición fue creciendo cada vez más rápido a lo largo de los años, sea por descubrimiento de los seguidores o porque los mismos artistas abrieron sus negros corazones y nos mostraron (algunos en demasía) el detrás de escena del corpse paint.

Los dos casos que se me vienen a la cabeza y que ilustran lo anterior, son el de Corpsegrinder, de Cannibal Corpse, a quien podemos ver en una de cada tres fotos con un peluche en la mano; y el de Nergal, de Behemoth, que nos “deleita” historia tras historia en Instagram con sus sesiones de spa, entre cremas y espumas, o sus rutinas de pesas.

Quizá para algunos resulte decepcionante que los mismos artistas compartan tanta información y rompan con esa falsa oscuridad y solemnidad con la que se los conoció, pero pienso que es sano sacar ese velo y “revelar” (¡si no nos lo decían, no lo sabíamos!) que detrás del corpse paint hay una persona que gusta del té y las cookies de chocolate, lo cual no tiene nada de malo.

En esta línea de “naturalización del black metal”, por llamarlo de alguna forma, tenemos un comic que desmitifica aún más al género, con humor y originalidad. Se trata de Belzebubs, publicado en 2018 por Dibbuks, y cuya cabeza creativa es J. P. Ahonen. Este ilustrador finlandés, amante del black metal y de las historietas, creó este comic como un pasatiempo primero, para transformarlo, más adelante, en un universo que hasta tiene una banda de verdad, cuyo primer disco salió a la luz hace unos meses.

 

 
La historia se divide en dos subtramas: primero, sigue a los Belzebubs, una banda de black metal, en la búsqueda de un nuevo baterista y, por otro lado, nos cuenta la historia de Sløth, el cantante, y su familia. Sløth, presa de un estrés laboral y creativo con la banda, decide tomarse unas vacaciones con su mujer, en un lugar llamado Inferno, lejos de sus hijos y del ritmo de la banda.

Lo primero que me llamó la atención del libro, es la cantidad de guiños de todo tipo que tiene la historia: al universo de Lovecraft (varias veces lo veremos a Cthulhu, Sløth sale con una remera de R’lyeh), al black metal en general, sobre todo en las remeras que usan los personajes (Abbath, Myrkur, Behemoth, entre otras) y con la aparición de Ihsahn y Samoth, de Emperor, en un cuento para niños. También hay guiños al mundo “normal”, por ejemplo, el cuento “Hanzel y Gretel”, en el mundo de los Belzebubs se llama “Azazel y Gretel”, o el pintor Bob Ross (el de las clases de pintura por TV) acá se llama Belzebob Ross.

En cuanto a Sløth, su familia y la banda, todo el tiempo usan corpse paint y son abiertamente satanistas. En todas las tiras del libro se hacen referencias, tanto verbales como gráficas, al satanismo, pero desde un punto de vista totalmente humorístico y exagerado: todo está lleno de pentagramas, invocaciones a diferentes demonios y palabras de uso coloquial “satanizadas”.

Pero, lo más interesante de la historia, es que los temas que se tocan son los que vive una familia común, cuyo sostén es un padre que tiene una banda de black metal. Es una familia tipo que vive como cualquier otra y que tiene los mismos problemas: desengaños amorosos adolescentes, un nene chiquito que está creciendo, una abuela que no supera la muerte de su esposo (pero que, para no olvidarlo, lo desentierra de la tumba y lo tiene sentado en el comedor), y un padre cuya banda no está tocando mucho y está estresado porque no hay fechas.

Siguiendo la línea de llevar a lo común algo que no lo es tanto, en esta historia no se demoniza (nunca mejor dicho) al black metal, sino que se lo normaliza. En resumidas cuentas, es el detrás de escena de una banda de black independiente que hace todo por superarse y poder mostrar su arte. El mensaje es que todos tienen una familia atrás y motivaciones comunes, sólo que con un poco más de maquillaje que el resto de la gente.

Belzebubs es un libro lleno de guiños, humor, sarcasmo, ironía y ternura. Sí, todo eso junto. Altamente recomendable tanto para seguidores del black metal como para quien no tiene idea del género. Es una historia totalmente disfrutable y la edición es lindísima.

Más arriba en la reseña, mencioné que Belzebubs también es una banda de verdad, con lo cual les sugiero poner su primer disco, “Pantheon of the Nightside Gods”, mientras disfrutan del libro. Es un black metal refrescante y de muy alta calidad.