1986 fue un año de grandes proezas, algunas seguramente nos remitirán a la gloria deportiva, pero otras a la gloria del heavy metal. Entre estas últimas se encuentra “Master Of Puppets”, el tercer disco de Metallica, con el que alcanzarían un pico creativo prácticamente insuperable, dándole al heavy metal, y en particular al thrash metal, una de sus obras definitivas.

Habían pasado casi dos años desde la edición de “Ride The Lightning”, sucesor directo del álbum debut de la banda, “Kill ‘Em All”, el cual mostraba una notoria evolución compositiva por parte del cuarteto. La inicial furia thrashera seguía presente, pero a ella se le habían sumado destacadas composiciones melódicas que elevaban a Metallica en la consideración general entre los reyes del metal de la época. Este sería el camino a seguir en la nueva placa para la banda de James Hetfield y Lars Ulrich, buscando continuar el sendero de las composiciones complejas y cambios de ritmo, pero sin desestimar a los riffs afilados y demoledores.

Contando nuevamente con la producción de Flemming Rasmussen, la banda se instaló en los Estudios Sweet Silence, en Copenhague, Dinamarca, durante el áspero invierno del país nórdico. “Apenas veíamos la luz del día”, recuerda Lars Ulrich acerca de las sesiones de grabación: “Trabajábamos de noche, así que durante tres meses no creo que viéramos la luz del día. Esto fue entre septiembre y diciembre, por lo que en Dinamarca, si te despertás a las cuatro de la tarde, ya está oscuro. Así que nunca vimos la luz del día en todo el tiempo, ¡y mi principal recuerdo es lo oscuro que estaba!”, comenta el baterista, agregando que “lo principal de Master of Puppets, en comparación con Ride the Lightning, es que tuvimos más tiempo para hacerlo. Originalmente íbamos a grabar en Los Ángeles, pero nuestra gerencia se había dado cuenta de que podríamos tener 12 o 14 semanas de estudio en Dinamarca, en lugar de ocho semanas en Los Ángeles. Y ese momento lo más importante era el sonido: necesitabas más tiempo para obtener los sonidos adecuados de la batería y trabajar en los sonidos de las guitarras. Era la época de Pyromania (Def Leppard) y Back in Black (AC/DC), y se trataba de lo grande que sonara el bombo. Así que era importante tener más tiempo en el estudio y por eso grabamos en Dinamarca”.

Repitiendo la fórmula del inicio del disco anterior, “Battery” abre la placa con el limpio sonido de las guitarras acústicas antes de dar paso a una melodiosa armonía que de inmediato es sucedida por el arma favorita de Metallica, un furioso riff thrashero. Si en palabras de Ulrich una de las búsquedas sonoras del disco apuntaba a la potencia del bombo, esta queda notoriamente expresada en la sección intermedia del tema, antes de que Kirk Hammett arremeta con un estridente solo a puro wah-wah, cerrándose con la potente conjunción de riffs y redoblante, en un poderosísimo inicio de disco. Al finalizar, de inmediato es sucedido por el icónico riff de “Master of Puppets”, el tema homónimo del disco que fuera definido por Lars como “la canción que mejor define a Metallica: tiene muchas de las características que nos definen. Obviamente, es una canción larga, casi como un viaje, tiene la luz y la oscuridad así como la parte heavy y la más melódica. Tiene todos los estados y atmósferas. Además, tiene una letra increíble”. Cimentada sobre un vertiginoso ritmo, con ajustados riffs que encuentran asidero en la base rítmica, al llegar al intermedio Metallica comienza tomar vuelo, un alto vuelo: un espléndido interludio de guitarras armonizadas recuerdan a los mejores pasajes de la New Wave Of British Heavy Metal de la que siempre admitieron estar influenciados. Pero va más allá, ya que la conjunción entre la sobresaliente melodía y el durísimo machaqueo que la precede eleva a la canción a un nivel de magnificencia. “Master, Master”, retumba en los coros de la canción y se impregna en los oídos de los oyentes, al igual que lo hace su cruda lírica acerca de cómo las adicciones pueden llegar a controlar la vida de una persona.

“The Thing That Should Not Be” envuelve en oscuridad el ambiente a partir de su medio tiempo sigiloso, con guitarras reverberadas de fondo mientras Heffield narra aquello que no debió ser, con una letra inspirada en la obra del escritor H.P. Lovecraft, al igual que lo fuera la canción “The Call Of Ktulu”, de su disco anterior. “Welcome Home (Sanitarium)” es uno de los puntos más altos del disco; aquí encontramos una de las mejores introducciones de la discografía de la banda, con un sentido arpegio que sirve de apoyo para los notables solos de Hammett, y para que Hetfield demuestre adaptarse perfectamente a cantar sobre una base limpia, antes de que en la segunda mitad del tema las distorsiones se adueñen del escenario, llevando a la canción al poderoso terreno del más crudo heavy metal. El estribillo y solo final no hacen más que situar a la canción entre lo más destacado del disco, lugar en el que permanece hasta la fecha.

“Disposable Heroes”, con su letra anti-bélica, devuelve al Metallica, veloz, furioso y que no toma concesiones. Una oda al thrash metal vieja escuela a cargo de su principal exponente, que transcurre entre mortíferos riffs y potentes vociferos sobre los horrores de la guerra. Seguido, “Lepper Messiah” es una indiscreta crítica a las organizaciones religiosas que lucran con la fe, sustentada en una genial base musical, con notables riffs como el que da inicio a la canción, y una energía que no cesa en toda su duración.

Nuevamente se incluye un tema instrumental en el disco, y en este caso es “Orion”, un excelso tema donde las riendas las toma el bajista Cliff Burton. A través de sus más de 8 minutos de duración, los arpegios, armonías y riffs se suceden soberbiamente, haciendo de su escucha una experiencia por demás placentera. “Cliff Burton trajo muchas cosas nuevas que expandieron nuestra perspectiva musical”, resume Lars Ulrich sobre la importancia del fallecido bajista en la composición musical del grupo. Si hay un momento destacado durante el tema, que de por sí ya se destaca en su totalidad, es aquel del intermedio donde el bajo de Burton aparece en solitario, para ser luego acompañado por la dupla HetfieldHammett, logrando una conjunción sonora perfecta, mientras se suceden las melodías repartidas entre los instrumentistas.

Para cerrar el disco, “Damage Inc” propone el camino más duro: luego de una apacible introducción, la furia thrashera se hace presente para darle el marco ideal a una letra sobre la violencia, la sangre y la muerte. Se cierra así una obra a la que la calificación de “perfecta” no le queda grande. “Master Of Puppets” es una de las placas definitivas del heavy metal, uno de los puntos de atención obligatorios para cualquier seguidor del género y, sobre todo, una gloria musical.

El legado de “Master Of Puppets” de Metallica:

El disco conoció el éxito de inmediato, llegando a ser el primer disco de oro de Metallica. Esta placa fortaleció la creciente popularidad de la banda y los catapultó directamente al estrellato metalero. La aceptación de la crítica fue unánime: “Master Of Puppets” fue considerado una obra maestra desde su publicación y continúa siendo referenciado de la misma manera en la actualidad.

Temas como “Master Of Puppets”, “Battery” o “Welcome Home (Sanitarium)” se convirtieron en clásicos absolutos, manteniéndose de manera casi inamovible en los setlists de la banda. Solo como muestra, el tema “Master Of Puppets” es el que más veces estuvo presente en los recitales de Metallica, con un total de 1680 ejecuciones en vivo.

“Orion”, la pieza instrumental del disco, pasó a ser un símbolo de la inmortal figura de Cliff Burton, el bajista fallecido en un accidente en la carretera meses después de la salida del disco. El tema a menudo aparece citado como referencia para la obra de Burton y su aporte a Metallica, e incluso James Hetfield lleva tatuada la partitura del mismo como homenaje póstumo.