En 1982 la Doncella de Hierro forjaría para siempre su nombre en lo más alto de la historia del metal, ya que ese año Iron Maiden daría a luz a uno de los discos pilares del género, “The Number of the Beast”. Estrenando cantante (y, sin saberlo aún, despidiéndose de su baterista), los británicos le dieron rienda suelta al heavy metal en su estado más puro.
“¡Ay de ti, tierra y mar! Porque el diablo envía a la bestia ira, porque él sabe que el tiempo es corto”, reza la memorable introducción de “The Number of the Beast”, el track homónimo del disco, a cargo del ya fallecido actor Barry Clayton. El tiempo es corto para todos, incluso para las bandas en ascenso como lo era Iron Maiden a principios de los años 80. Por eso, había que tomar algunas decisiones importantes: Steve Harris, bajista y líder de Maiden, no estaba dispuesto a tolerar la díscola conducta de Paul Di’Anno, hasta entonces cantante de la banda. Por ello, junto al eterno mánager de la banda, Rod Smallwood, asistió a un recital de Samson, con una misión específica: reclutar a su cantante para las filas de Iron Maiden. Ese cantante, claro está, era Bruce Dickinson, quien al poco tiempo ya se encontraba oficialmente en la banda y que gracias a sus dotes musicales y carisma escénico no dejaría dudas sobre el acierto de la elección.
Nuevamente producido por Martin Birch, se trató del primer álbum para el que la banda no contaba con material previo a la grabación: todo fue compuesto en el estudio. Entre esas composiciones, algunas tuvieron el aporte de Dickinson, aunque por cuestiones contractuales que todavía lo ligaban a Samson no fuera acreditado legalmente. Asimismo, se trata del primer trabajo discográfico que contara con composiciones del guitarrista Adrian Smith. El siempre presente guitarrista Dave Murray y el recordado baterista Clive Burr completaban el quinteto, que una vez ingresado en el estudio de grabación se dispuso a trabajar en el tercer disco de Iron Maiden.
“Invaders” abre la placa con un riff poderoso, que a su vez deja lugar para el lucimiento del bajo de Harris. El vértigo propuesto por la canción se nutre también con potentes alaridos de Dickinson, llegando a notas altísimas, mientras narra las peripecias de las islas británicas durante las invasiones vikingas. A continuación, “Children of the Damned” inunda de melodía y misticismo el ambiente desde su inicio, donde las guitarras acústicas arpegiadas por Adrian Smith se funden con un sentido riff a cargo del siempre prolijo Dave Murray. Pero nuevamente los focos recaen en un mismo nombre: Bruce Dickinson. El pequeño gigante hace gala de un registro vocal soberbio, capaz de generar climas angustiantes y feroces a gusto, dotando de un notable tono dramático cada una de sus interpretaciones. Sobre el final, la dupla de violeros, respaldados por la sólida base Harris/Burr, se despacha con un excelso derroche de buen gusto para nutrir a la canción de solos y riffs memorables.
Inspirada en la serie televisiva del mimo nombre, “The Prisioner”, es una contundente oda a la libertad expresada en una genial canción. Iniciando con un fragmento del mencionado programa, de inmediato la batería de Clive Burr se apodera de la escena para que luego tome protagonismo la creatividad guitarrístíca de Adrian Smith, co-autor del tema. El riff inicial de “22 Acacia Avenue” sirve de base para una canción repleta de cambios de ritmos, a la vez que es potente y directa. Compuesta como una continuación del tema “Charlotte the Harlot”, del primer disco de la banda, describe la zona donde se narran las aventuras de su protagonista.
“The Number of the Beast”, tema que da nombre a la placa, resultó un desafío para dos de los integrantes de la banda: Clive Burr y Bruce Dickinson. El baterista argumentaba sobre la complejidad rítmica de interpretar una línea de batería de la misma forma que un riff de guitarra, mientras que para el cantante el desafío era lograr lo que el productor, Martin Birch, pretendía. Puntualmente, para las primeras estrofas de la canción, aquellas que inician en casi un susurro para luego estallar en un altísimo grito. “Ronnie James Dio tuvo el mismo problema en ‘Heaven and Hell’”, le diría el experimentado Birch al joven Bruce. “Tenés que resumir toda tu vida en esa primera línea…tu identidad como cantante”, fue el consejo del productor, a lo que Dickinson declararía que aquello lo ayudó a ir descubriendo la diferencia entre cantar una canción y vivirla. El resultado de la obra terminada fue, como ya sabemos, perfecto. Una de las mejores y más representativas canciones de la historia del heavy metal.
A continuación, otra canción nacida para triunfar: “Run to the Hills”. Inspirado en el exterminio de pueblos originarios en Norteamérica, el tema se destaca por su inconfundible introducción, donde Clive Burr definitivamente inmortaliza su labor tras los parches, su potente base rítmica, su espléndido solo y un estribillo memorable. “Hay algunas canciones que podés sentir en tus huesos que serán enormes”, resume Dickinson en su biografía para graficar lo que sintió la banda al escuchar las primeras grabaciones en crudo de la canción. Capas y capas vocales en armonía nutren a este tema de un sello diferencial para Maiden con respecto a sus trabajos previos, y que de allí en adelante sería una de sus marcas registradas.
“Gangland” fue la primera canción en ser grabada y cuenta con acreditación de co-autoría para Clive Burr. Inicialmente destinada a ser un “Lado B” del single promocional “Run to the Hills” (puesto que luego ocuparía la canción “Total Eclipse”), es una poderosa descarga de clásico y tradicional heavy metal. Como cierre del disco, una auténtica obra maestra: “Hallowed Be Thy Name”. A veces nos encontramos con temas que resumen la discografía de una banda, y este es uno de esos casos. En él, una inspiradísima letra le permite a Dickinson poner todo su talento a disposición, desde la dramática introducción hasta el emotivo desenlace, mientras que los pasajes musicales demuestran por qué la dupla de guitarras conformada por Murray y Smith es una de las mejores de la historia. Compuesto por Steve Harris, el tema es el cierre ideal para un disco perfecto, resumiendo toda la grandeza de Iron Maiden.
“El tercer álbum suele ser un momento crítico para las bandas”, expresó Bruce Dickinson sobre el momento de su llegada al grupo. Para Iron Maiden, ese tercer álbum significó su ascenso definitivo al olimpo de las máximas entidades históricas del heavy metal y de la música en general. Santificado sea su nombre.
El legado de “The Number of the Beast” de Iron Maiden
“The Number of the Beast” significó la coronación de Iron Maiden como la banda líder del heavy metal en la época, a la vez que inició una seguidilla de discos de excelente nivel durante los años 80.
Su trabajo en este disco situó a Bruce Dickinson no solo como el cantante ideal para Iron Maiden, si no como uno de los máximos exponentes a la hora de pensar en intérpretes vocales.
El disco es citado habitualmente como una influencia ineludible para músicos de todos los subgéneros del metal, quienes en más de una ocasión se encargaron de darle un debido homenaje a la placa.
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