La Feria del Libro Heavy de Buenos Aires es un evento que se realiza cada año, desde 2013. Según Gito Minore, organizador y fundador, el objetivo de hacer un evento así es “popularizar la idea de que el heavy metal es una cultura letrada”. En éste sentido, los metaleros no tenemos dudas de tal afirmación, tanto la Feria como el libro, representan una apertura de ojos que va más allá del fanatismo; es un esclarecimiento para todo el que guste de la literatura y de la música en general. Es una reivindicación a través de la historia.
Cultura Metálica IV es el resultado escrito de la anteúltima Feria Heavy realizada en 2016, en donde podemos encontrar todas las ponencias y debates de los diferentes expositores que participaron, teniendo como eje central la retroalimentación: por un lado, la influencia de los distintos períodos políticos en la música, en la proliferación de nuevas bandas de heavy en el país; y a la vez la influencia de éstas en la cultura y en la sociedad, actuando como estímulo para la reacción y el cuestionamiento a lo que imperaba y oprimía.
El mensaje del heavy fue y será contestatario, desde los 80´s con la aparición de V8, donde todo nació. V8 actuó como elemento disruptivo de lo suavizado del rock con la vuelta de la democracia (Virus, Soda Stereo) y la crítica al sistema desde sus propias vivencias, que eran las de la mayoría, pero que nadie quería ver porque preferían vivir en una especie de ensoñación mentirosa. V8 se animó a todo, dentro de un contexto en donde el mensaje era el de un bienestar demasiado endulzado e ingenuo. Mientras algunos tomaron una actitud de suavización de la realidad, Ricardo Iorio sacó toda la ira contenida y la transformó en letras incómodas para más de uno, pero liberadoras para la clase trabajadora.
Ya en los 90´s con la aparición de Rata Blanca y Horcas, el heavy sigue siendo contestatario pero ya no se ve esa violencia desbocada de los años post dictadura. En éste sentido, la gente del heavy seguía siendo la excluida, pero se torna algo más visible. Las ponencias de Juan Ignacio Provéndola (Todo heavy es político) y de Marcelo Martín Morandini (Metal pesado argentino. Historia de una contracultura durante la Argentina menemista) se meten de lleno en éstas dos décadas tan movilizadoras para nuestro país.
El heavy nacional crece con los años. Crece en cantidad de seguidores y en cantidad de bandas. Y, creo que puedo generalizar en éste punto, lo que hace que el heavy crezca, paradójicamente para algunos, es la independencia del movimiento. Nosotros, los fanáticos de las bandas nacionales, sabemos que no es fácil tener una banda de metal en Argentina, pero así y todo, podemos decir con orgullo que tenemos 1161 bandas de metal en todo el país. Este número no es menor y surge de un estudio realizado por Javier Alfredo Rodríguez (De Pacheco a la Paternal, de Dock Sud a Tres de Febrero: una aproximación cuantitativa al fenómeno del heavy metal en la sociedad argentina) en donde se muestra el cuadro actual por provincia. Esto es sumamente meritorio y habla de la hermandad y el aguante del público metalero, ya que es muy complicado mantener la independencia, pero se hace necesario e inevitable en un contexto donde en muchos lugares se les cobra a las bandas para tocar o se le exige un número de entradas vendidas, y donde el aprovechamiento de los productores es a veces alevoso. A todo eso se suma el sacrificio y el mérito de las bandas para mantener las entradas a un precio accesible para el público laburante. Y si de autogestión y esfuerzo hablamos, Gito Minore nos pinta ésta realidad a la perfección (Organizando el metal: autogestión y compromiso).
Como satélites y complementos al eje central del libro, gravitan muchas más ponencias que tocan temas como la implementación del heavy metal como método de tortura en las cárceles de Guantánamo e Irak (Ariel Panzini) o la influencia del folclore en el género (en mucho tiene mérito, una vez más, Ricardo Iorio y su simbiosis con José Larralde), con Raza Truncka como una de las bandas de folk metal argentino puro (Juan Pisano, Ezequiel Alasia).
No menores son las exposiciones sobre la relación entre los juegos de rol, la literatura fantástica y el heavy metal (Gabriel Medina) en donde podemos interpretar al metalero como un caballero en moto, un lobo solitario que pelea contra fuerzas oscuras opresoras; o también la que nos habla de la cultura vikinga en el metal (Cristina Rafanelli) y en donde vamos a encontrar un listado de bandas dedicadas, en gran parte al viking metal, que son de escucha obligada para el que quiere conocer más del género.
Mención especial requiere el cuento Dante, el muerto (Fernando Figueras, Carlos Marcos y José María Marcos), en el cual como escritora no puedo dejar de poner un bonus ahí. Acá vamos a encontrarnos con un cantante de un dudoso gutural pero con un carisma extremo, al cual le va a suceder algo que lo va a cambiar para siempre. Sin desperdicio, se los aseguro.
Para cerrar la recomendación, el mensaje claro que se transmite a lo largo del libro (y que todo metalero pasa su vida intentando transmitir a su manera) es que el heavy es contestatario y rebelde, es político, pero no porque lleve banderas ideológicas o partidarias, sino porque cuestiona constantemente el orden impuesto en cuanto a la articulación de la vida social. Aún hoy, el heavy nos hace pensar, nos saca de nuestra zona de confort y, lejos de debilitarse, se mantiene como ese cable a tierra que nos ayuda a seguir. Brindemos por eso.
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