Oscuridad, pesadez y fuerza, eso trajo Black Sabbath al mundo del rock a partir de su obra inicial, el homónimo “Black Sabbath”. 1970 quedó marcado como el año en que un nuevo género, el heavy metal, comenzaría a tomar forma de la mano de sus legítimos padres: Tony Iommi, Ozzy Osbourne, Geezer Butler y Bill Ward.
Habiendo lanzado un primer sencillo, “Evil Woman”, unos meses antes, la banda consiguió un estudio de grabación por el breve lapso de dos días para encargarse del registro de su primer álbum. Producido por Rodger Bain, y con el respaldo del sello Vertigo Records, Black Sabbath encaró la frenética tarea de grabar y mezclar el disco en solo un par de días, lo que Tony Iommi resume diciendo que “grabamos en directo. Ozzy estaba cantando al mismo tiempo que la banda grababa la música, sólo lo colocamos en una cabina aparte y nos lanzamos al asunto. Nunca tuvimos una segunda ronda de la mayoría del material, fue en su mayoría grabado en la primera toma”.
Las influencias de la banda, desde el blues y el incipiente rock pesado, hasta la psicodelia y el jazz, son expresadas de diversas maneras a lo largo del disco. Es que, situándonos en contexto, nos encontramos con que los finales de los años 60’ mostraban un variopinto paisaje musical donde nombres como Led Zeppelin, Cream, Jimi Hendrix o Deep Purple lideraban la propuesta del rock más duro, a los que Black Sabbath se sumaría para terminar de darle la vuelta de tuerca necesaria para encaminar el camino del heavy metal. Camino que sería ayudado, de manera no intencional, por el severo accidente laboral que sufrió Tony Iommi en su juventud: mientras trabajaba en una fábrica una máquina cortadora le cercenó dos dedos. Ante la incertidumbre de saber si podría tocar nuevamente, Iommi se sobrepuso mediante dos prótesis hechas por el mismo anexadas a sus dedos, y optando por una afinación más grave, lo que permite menor tensión de las cuerdas de la guitarra, dando como resultado el sonido grave y pesado que se convertiría en sello de todo un género.
Una atmósfera de misterio envuelve al inicio de “Black Sabbath”, el tema que abre el disco, con lluvia y sonidos de campana que anuncian la llegada de algo tenebroso, a lo que la “nota prohibida”, también conocida como “blue note”, se encargaría de complementar. Se trata de una variación de las escalas tradicionalmente utilizadas en la música occidental contemporánea, en la cual los oriundos de Birmingham serían pioneros de su implementación. Su icónica letra, a cargo de Geezer Butler, se suma a la perfección con el lúgubre mensaje sonoro de la primera mitad del tema, a partir de la cual este adquiere un vértigo que, a fuerza de los riffs emanados de la guitarra de Iommi, cierran la canción orientándose hacia el rock pesado de la época. Las armónicas que abren el juego de “The Wizard” le dejan lugar a un logrado pasaje instrumental que propone un contrapunto entre los riffs de Iommi y Butler y los enérgicos rulos de batería de Ward. A continuación, “Behind The Wall Of Sleep”, ofrece otra muestra de la creatividad de Iommi a la hora de combinar riffs y el buen acompañamiento de la base rítmica.
Geezer Butler toma la iniciativa para “N.I.B.” uno de los puntos más destacados de la placa. La genial intro de bajo deja lugar a un poderoso riff sobre el que Ozzy Osbourne conduce con comodidad. La voz de Ozzy encuentra especial fluidez en el puente de la canción, dotando al tema de una excelente vibración a medio camino entre el rock pesado y la psicodelia setentosa. Nuevamente los riffs de Iommi toman relevancia, dialogando constantemente con el juego vocal de Osbourne, para redondear una soberbia canción.
“Evil Woman”, cover de la banda Crow inicialmente lanzada como single, otorga un pasaje optimista al inicio de la segunda mitad de la placa, que es inmediatamente respondido por la oscura introducción de “Sleeping Village”, tema caracterizado por una gran riqueza musical y el notable aporte jazzero en la batería de Bill Ward. “The Warning” es la canción más larga del álbum, y también aquella que ofrece mayor variedad y libertad expresiva para los músicos, que parecen sumergidos en una gran jam, tan característica de la época. Cerrando el disco, “Wicked World”, nos envuelve en ritmos hipnóticos con un Ozzy Osbourne cantando casi “en off”. Los pasajes cadenciosos y pesados aparecen como los elementos ideales para culminar la obra debut de estos hijos de la clase obrera inglesa, quienes supieron encontrar su lugar en el mundo: ser los padres del heavy metal.
El legado de “Black Sabbath” de Black Sabbath:
El primer y más importante legado del disco es nada más y nada menos que la creación de un nuevo género musical: el heavy metal. Tomando la crudeza del rock, el buen justo sonoro del blues, la intrépida virtuosidad del jazz y el aporte psicodélico para redondear la propuesta, el cuarteto británico sentó las bases que serían explotadas por numerosas bandas en las siguientes décadas, llevando al rock pesado a un paso adelante, necesario y definitivo.
“Black Sabbath” fue un éxito casi de manera inmediata, ayudando a incrementar el interés por el rock pesado a principios de los años 70’, que derivaría en un posterior segundo álbum viendo la luz casi de inmediato. Si bien la crítica no acompañó al disco en primera instancia, sí fue un suceso de popularidad, llegando a los primeros lugares de los rankings de venta a ambos lados del océano.
El disco sigue siendo considerado como referencia ineludible para cualquier músico de las más variadas vertientes del género, hoy dividido en incontables subgéneros, pero que encuentran un punto de coincidencia al señalar a Black Sabbath (banda y disco) como la piedra fundamental para entender la historia de la música pesada.
Comentarios