Crónica: Nahuel Escalada / Fotos: DF Entertainment

Septiembre de 2015. “Es el principio del fin”, fueron las primeras palabras del comunicado de prensa de Black Sabbath, al anunciar su última gira por el mundo. Porque el final, por mal que nos pese, es inevitable.
Luego del exitoso “Reunion Tour” del 2013, Tony Iommi, Ozzy Osbourne y Geezer Butler vuelven a la ruta para inmortalizar su tour final. Por supuesto, una cita imperdible. Porque ¿cómo perderse la última presentación de los tipos que fueron fundamentales para el Heavy Metal?
Nuevamente con Tommy Cufletos al servicio de los parches y dejando de lado una vez más a Bill Ward, todo fue tomando su curso. Gira por Norteamérica, Oceanía, Sudamérica y Europa, para terminar en Birmingham, lugar que los vio gestarse y crecer. La gira por América del Sur los traería otra vez a Argentina, donde no solo brindarían un show en Buenos Aires, sino también en Córdoba: primero en el Orfeo Superdomo de la capital cordobesa y, luego, en el Estadio Vélez Sarsfield, de Liniers.

26 de Noviembre de 2016, 19hs puntuales, Vitico comenzó a arengar sobre el escenario. Y no era para menos: estaba celebrando sus 68 años de edad y 50 de trayectoria musical. Viticus, su banda solista, es rock y del que tanto se necesita en los tiempos que corren: directo, palo y a la bolsa. Es así que sonaron “La autopista” y “Un legendario”, ambos propios de la banda, pero también hubo lugar para algunas perlitas de Riff como “Mucho por hacer”, “La espada sagrada” y “Ruedas de metal” –con Walter Meza como invitado-, en dedicación al inmortal Norberto Pappo Napolitano. Puño en alto, Vitico la rompió.
Con un estadio todavía a medio llenar, los Rival Sons debutaron en suelo porteño. Bajo una propuesta hard rockera con tintes de blues, en poco más de media hora, los oriundos de California repasaron su carrera discográfica. Así sonaron “Electric Man”, “Secret”, el melancólico “Fade Out”, para finalizar con “Keep On Swinging” a todo vapor. Los muchachos se fueron bien recibidos, pero quizás en una visita más íntima sepamos aprovechar todo su potencial.

Black Sabbath

Sin más preámbulos y a las 21hs, las luces se apagaron y al son de un campanario en medio de la lluvia, Ozzy Osbourne, Tony Iommi y Geezer Butler aparecieron en escena para ejecutar los compases de “Black Sabbath”, porque claramente, el principio del fin no podía ser de otra forma. El primer registro de la banda sigue dando el mismo terror que en los 70’s, todo por aquella maldita figura negra. “Fairies Wear Boots” y “After Forever” rompieron aún más la excitación y una cosa daríamos por sentado esa noche: el sonido no iba a ser el mejor. En épocas donde los shows de estadio no pueden pasar ciertos decibeles sonoros, durante todo el concierto el volumen fue ajustado, siendo la batería de Cufletos el más afectado por su bajo sonido por sobre los demás instrumentos. Aun así, los temas brillaron y la seguidilla de “Into The Void”, “Snowblind” y “War Pigs” (de pie, señores) fueron un mazazo tras otro.

A diferencia del show de La Plata en 2013, esta vez el setlist se limitó a los grandes clásicos de la banda, dejando de lado algunas joyas de “13”, “Sabbath Bloody Sabbath” y ni hablar del mal logrado “Never Say Die!”. Seguro se estarán preguntado: ¿Cómo se vieron los músicos? Ozzy, el gran príncipe de las tinieblas, rara vez dejó su lugar en el centro del escenario pero ofreció muecas cada vez que pudo y, por supuesto, no faltaron los clásicos “Come on!” y “We love you”. Tony, quien quizás sea el más festejado (y con todo el derecho), nunca fue de tener mucha interactividad con el público más que alguna que otra sonrisa y algún puño en alto, pero sus dedos endemoniados nos maravillaron en cada acorde. Geezer, arrastrando ese perfil bajo, lució su instrumento frente a un sonido demoledor con las mejores bases que supo pavimentar. Cufletos no paró un segundo. En toda la noche demostró porque es el motor del grupo al llevar las riendas del agite.

Las gemas siguieron su curso y los coros de “Behind the Wall of Sleep” y “N.I.B”, se escucharon en todo Liniers, esta última con un solo cortesía del gran Geezer Butler. Tras un pequeño guiño al instrumental “Rat Salad”, Cufleto se hizo con un solo de batería, suficiente para que el resto del equipo se tomara unos cinco minutos de reposo, para luego dar paso al clásico atemporal llamado “Iron Man”, y sin demora, “Dirty Woman”, esa hermosa composición de “Technical Ecstasy” (1976), que a pesar de ser uno de los temas más tocados en las últimas giras, sigue siendo la rareza en vivo. Finalmente y promediando los 90 minutos de show, la triste despedida llegó con “Children of the Grave” y el inmenso “Paranoid”. Saludos, reverencias y más saludos, los Sabbath se retiraron de las tablas, mientras “Zeitgeist” comenzaba a sonar de fondo y las pantallas proyectaban la frase “The End”. Porque así fue, finalmente la dichosa carrera llego a su fin. Nadie puede decir que fue un final flojo. Si, quizás pudo ser mejor. Pero estuvo a la altura de las expectativas. Y eso, ya es mucho. Gracias por tanto Sabbath, hasta siempre.