Crónica: Roberto Isa / Fotos: Gallo Bluguermann

Dentro del tramo sudamericano de su “Re-Imperatour”, Ghost visitó nuevamente Argentina con un show de gran nivel ante un Movistar Arena colmado.

Excéntricos, grandilocuentes, prolijos y gancheros. Dentro de esa mezcla de adjetivos se encuentra la propuesta musical de Ghost, una banda que sin dudas se ubica entre los principales actos “modernos”; aquellas agrupaciones que tomarán la antorcha sagrada cuando las leyendas se retiren. En esta ocasión, la banda liderada por el cantante Tobias Forge (Papa Emeritus, su nombre clave) tocó en el Movistar Arena a sala llena, lo que confirma la gran fanaticada local que los acompaña.

Desde temprano, las filas de acceso al estadio se veían nutridas de público de todas las edades, donde las caras pintadas y los vestuarios alusivos a la banda fueron moneda corriente. Como una suerte de Kiss del nuevo milenio, Ghost eleva su propuesta más allá de lo musical, tanto en la imagen de sus músicos como en la producción escénica, pero sin descuidar la calidad artística de su obra, y aquello quedaría revalidado en esta nueva visita, ya que los suecos ofrecieron un recital de alto vuelo musical.

Con el campo abarrotado y las plateas repletas, los escandinavos salieron al escenario a desplegar una andanada de temas hiteros, cercanos al pop por momentos, pero sin perder el toque heavy, como las endemoniadamente pegadizas “Kaisarion”, “Rats” o la celebradísima “Rituals”, del primer tramo del show. Del black metal al rock psicodélico, desbordando de estribillos grandilocuentes y una base sonora pesada y compacta, Ghost despachó uno tras otro temas de impacto inmediato pero que sobre todo denotan grandes composiciones.

Esta cuestión se ve reflejada también en el virtuosismo de los músicos que componen la banda, los “Nameless Ghouls”, que desde el anonimato otorgado por sus cascos demuestran un considerable talento en la ejecución, siendo especialmente destacada la dupla de guitarristas. Pero los reflectores recaen mayormente en Forge, un excelente vocalista y maestro de ceremonias, que interactúa con la concurrencia entre tema y tema, recordando viejas visitas y dando la bienvenida a los primerizos.

“Absolution”, la pesada “Cirice”, y sobre todo “Year Zero”, ofrecieron algunos de los pasajes más oscuros de la noche. En este último tema vemos a Ghost en todo su esplendor: luego de una introducción en penumbras, las tenues luces se encienden para encontrar a Forge enfundado definitivamente en los atuendos del Papa Emeritus, con los vitrales góticos del escenario en rojo sangre mientras los coros de tinte eclesiástico recitan uno a uno los nombres del demonio. La fiesta en el campo, a esta altura, era total. Y también era total la confirmación de que lo que estaba ofreciendo Ghost sobre las tablas era un recital de excelencia.

Sobre el final, luego del amague de rigor, llegaron los bises, donde la banda decide terminar sus conciertos bien arriba, con la triada de influencia ochentera compuesta por “Kiss The Go-Goat”, “Dance Macabre” y “Square Hammer”, unidos por el denominador común de la melodía y los estribillos perfectamente logrados. Un cierre a pura fiesta para un recital que peleará seriamente por quedarse con el título de show del año.