Crónica: Juan Manuel Guarino / Fotos: Maru Debiassi
Glenn Hughes pasó nuevamente por Argentina, esta vez, con la excusa de revisitar su pasado junto a Deep Purple. Excelente oportunidad para disfrutar de algunos clásicos que de otra forma quizás nunca volveríamos a ver en vivo.
En la previa al show quizás la deducción más fácil podría haber sido que Glenn apostó a lo seguro al salir de gira bajo el ala protectora que le brinda su paso por las filas de una leyenda como Deep Purple y dejar que la nostalgia haga el resto en el corazón de los fans. Algo de eso sin dudas fue cierto, pero simplificar el análisis de esta forma sería casi una mezquindad, sobre todo luego del demoledor show que dio junto a su banda. En otras palabras, Glenn Hughes no vino solamente a cumplir con la cuota de nostalgia que casi todo fan demanda sino que vino a dar un auténtico show de Hard Rock y revindicar una etapa de Deep Purple a veces un tanto subestimada. Ocurre que lo que hizo Deep Purple a principio de los 70’s fue tan inmenso que para los miembros que aún quedan de aquella época, casi medio siglo después, les es imposible desprenderse de ése material, que también arrojó sombras sobre el período 1974-1976, en el que David Coverdale y Glenn Hughes ingresaron para reemplazar a Ian Gillan y a Roger Glover en voz y en bajo respectivamente. Y si bien estos cambios de formación trajeron consigo virajes en el sonido de la banda, alejándose del Hard Rock potente que habían patentado para incorporar matices más cercanos al Funk y al Soul (hecho que se profundizaría luego con la partida de Ritchie Blackmore), las grandes canciones seguían aflorando. Y varias de esas canciones, que tanto Deep Purple como David Coverdale en Whitesnake tienen olvidadas, fueron las que Glenn sacó del baúl de los recuerdos y nos las trajo a nuestro país.
Pasada las 21.00 horas, el hombre que hace más de 20 años parece no envejecer nunca hizo su aparición sobre el escenario de Flores (llamativamente bajo, apenas si se podía ver la batería) y ahí nomás se desató la tormenta con, justamente, “Stormbringer”. De entrada el sonido fue prácticamente perfecto y con una banda totalmente aceitada, dispuesta a ejecutar algunas de las piezas más emblemáticas en la historia del Rock, ya nada podía salir mal. Lo que vino a continuación fue una seguidilla para el infarto. Anoten: “Might Just Take Your Life” y su estribillo irresistible; “Sail Away” sonó más potente que toda la discografía de Carcass junta; ése semi-blues pesado y melancólico que es “Mistreated” conmovió hasta a los de seguridad; y el jam y los solos intercalados en “You Fool No One” nos hizo recordar qué grandiosos fueron los 70’s cuando las bandas no se limitaban a seguir un libreto. De haber concluido el show ahí mismo nadie habría reprochado nada. Pero ante tanta adrenalina llegaron para bajar un poco las revoluciones la oscura “This Time Around” (en la cual Glenn recordó al fallecido Tommy Bolin) y la amable “Holy Man”, aunque yo hubiera preferido un “Soldier of Fortune”. La locura volvió de la mano de la divertida “Gettin’ Tighter” y no era casual que Glenn este revisionando tanto el olvidado “Come Taste The Band”, ya que significó su momento de mayor participación compositiva en Deep Purple pese a que la banda se encontraba al borde de la ruptura. Pero si de homenajear a Purple se trata, “Smoke on the Water” no podía quedar afuera. Acto seguido, Glenn retomó inmediatamente a su época con la olvidada “You Keep On Moving” y así finalizar la primera parte del show. Claro que semejante fiesta no podía concluir de manera tan relajada y para los bises llegó otra de la era Gillan ,“Highway Star”; y luego, ése misil nuclear que es “Burn” que logró que hasta los más jovatos se metieran en el pogo.
Fueron casi dos horas de una lluvia púrpura de clásicos. Todos dirigidos por un hombre que a sus 66 años derrocha carisma y talento por los cuatro costados. Carisma, porque en ningún momento se cansó de decirnos cuánto nos amaba y talento porque, pese a su pequeña fisonomía, Hughes sorprende por su vitalidad arriba del escenario y por su voz capaz de llegar a notas imposibles; algo que, por más que me duela en el alma decirlo, sus contemporáneos Coverdale y Gillan hace rato que ya no pueden hacer. Por eso, podemos afirmar sin miedo que tenemos Glenn Hughes para rato. Y eso siempre es una excelente noticia.
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