Con más de cuatro décadas de historia, giras por todos los rincones del planeta, y clásicos imbatibles que quedarán guardados para siempre en los máximos altares de la música pesada, a una banda como Iron Maiden es difícil pedirle algo más. Pero siempre dan más, la propuesta no se agota ni repite, si no que se revitaliza, explorando en su propia (y enorme) historia para rescatar gemas perdidas y reencontrarse con hitos no tan ocultos pero no siempre presentes. A toda esta propuesta musical se le suma también una creatividad escénica que convierte a los recitales de su gira actual, “Legacy of the Beast”, en algo muy cercano a una obra teatral sobre el escenario.
Contando con estas premisas aseguradas, la banda se presentó el pasado viernes en el Rock In Rio, ese mítico festival inaugurado en la década del 80 y que desde sus inicios se convirtió en el más importante del continente. Iron Maiden, como su grandeza obliga, es una banda habituada al festival, encontrándose en esta ocasión por cuarta vez presente en el mismo, junto a pesos pesados como Helloween, Slayer, Anthrax, Sepultura y Scorpions, entre otros.
Luciendo un casco de aviador de la segunda guerra mundial, Bruce Dickinson recorre el escenario mientras una réplica de los aviones utilizados en el conflicto bélico por la armada británica se balancea sobre los músicos durante “Aces High”, tema elegido para abrir los shows del tour. Los cambios en el escenario son una constante de la gira: para “El legado de la Bestia”, Iron Maiden decide tirar toda la carne al asador. De esta manera, a los tradicionales telones de fondo (con sus respectivas versiones de Eddie), se le suman detalles que valen la pena ser admirados, como en “Revelations”, donde la escena se convierte en una enorme catedral con lujosos vitrales o cuando Dickinson desenfunda una espada (tarea sencilla por su condición de esgrimista) emulando al mismísimo William Wallace durante “The Clansman”. Recuperando joyas de los dorados años ochenta, como “Flight of Icarus”, y también del Maiden más reciente, como “For the Greater Good of God”, llega quizás el momento de mayor teatralidad con “Sign of the Cross”; enormes llamaradas iluminan el escenario y calientan aún más a la siempre calurosa Río de Janeiro. Un encapotado Dickinson asume el protagonismo recorriendo las tablas, cargando la enorme cruz encendida que nombra al tema, escudado en el siempre destacado respaldo musical del conjunto comandado por Steve Harris. Por detalles como los mencionados, para el venidero show de este sábado en Vélez sirve una advertencia: hay que ir preparados para no solo escuchar, si no para admirar visualmente lo que Maiden tiene para ofrecer.
El nombre de la gira es un perfecto resumen y aviso de lo que nos vienen a traer: su legado, ni más ni menos. Un gran recorrido por su enorme historia, atravesando referencias históricas y llenándonos del más puro heavy metal. Con los clásicos de siempre sonando, más algunos notables regresos a la lista de temas, para conformar un espectáculo impresionante. El festival Rock In Rio y su mítico marco fueron testigos de una leyenda del heavy metal (y de la música en general) dando lo mejor de sí. El recital de Buenos Aires no será la excepción. Iron Maiden tiene un legado, un enorme legado, y es para todo el mundo.
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