Crónica: Max Garcia Luna / Fotos: Guido Adler
El Solid Rock Festival recibió 10 mil personas en su segunda edición, que tuvo como cabeza de cartel a Judas Priest y Alice in Chains.
El 4 de noviembre pasado se llevó a cabo en Tecnópolis la segunda edición del Solid Rock Festival. Con una grilla variada que tuvo en la cúspide a dos de las bandas más emblemáticas del grunge y el heavy metal clásico.
Temprano en la tarde rompieron el hielo los ascendentes Humo del Cairo con su psicodelia stoner, los ajustadísimos Helker, y Onoff, el dúo formado por el stickista Poly Pérez y el baterista Javier Herrlein (ex Catupecu Machu). Los créditos locales dejaron una excelente impresión, sirviendo de antesala para los números internacionales. Además de las propuestas musicales, el festival contó dentro del predio con un sector de stands gastronómicos y de merchandising. Eso sí, a precios desorbitantes.
Los Black Star Riders aportaron la cuota hard rockera de la noche. El combo que revive el espíritu de Thin Lizzy, lleva editado 3 álbumes con material propio, el último, “Heavy Fire”, lanzado en febrero de 2017. Con el guitarrista Scott Gorham como leyenda viviente de aquellos años, desempolvaron “Jailbreak” y “The Boys Are Back In Town”, dos de los clásicos de la mítica banda irlandesa, redondeando junto con algunos de sus hits poco más de una hora de show.
Alice In Chains ciertamente fue la más pesada entre las bandas que surgieron a principios de los ’90 en Seattle, para crear el género que se conoció como “Grunge”. También estuvieron entre los más exitosos, superando las 14 millones de copias vendidas solo en los Estados Unidos. Cuatro años después de la muerte de Layne Staley, William DuVall asumió el liderazgo, lanzando 3 discos más hasta nuestros días. Alternando ambas etapas, el grupo ofreció un repertorio sólido de canciones, en el que no faltaron himnos como “No Excuses”, “Angry Chair”, “Man in The Box” y “Would?”, dentro de un set de 18 piezas que resultó -tal vez- un poco extenso, dentro del contexto de un festival que todavía tenia mucho para dar. El cierre llegó con “Rooster”, el tributo de Jerry Cantrell a su padre veterano de Vietnam.
Pasadas las 22, vino el gran final a cargo de Judas Priest. Rob Halford y compañía desembarcaban con su décimo octavo trabajo de estudio bajo el brazo. Un disco que superó todas las expectativas marcando un claro regreso a sus años de gloria. La puesta en escena fue imponente: animaciones a pantalla gigante con fuego, motos y todo tipo de parafernalia. “Es bueno ver a la comunidad metalera reunida. Tenemos mucha energía, podemos cambiar las cosas porque no nos rendimos, ni nos doblegamos”, dijo Halford poco antes de “No Surrender”, esa oda a la perseverancia, que junto a “Lightning Strike” y “Rising From Ruins”, se mezclan sin desentonar con clásicos como “Turbo Lover”, “Hell Bent For Leather”, la infaltable “Painkiller” o “Electric Eye”.
El incombustible Rob Halford canta con una intensidad que no se corresponde con sus 67 años y Richie Faulkner tiene un rol protagónico cargándose casi la totalidad de los solos. Luego de que Glenn Tipton se viera forzado a abandonar el quinteto tras ser diagnosticado con Parkinson, fue relevado por el productor Andy Sneap, quien ha sido parte de la escena del metal durante muchos años, produciendo a numerosas bandas, incluyendo: Judas Priest, Saxon, Megadeth y Kreator, entre otras.
Sobre el ocaso “Breaking The Law” y “Living After Midnight” dieron por terminada la jornada con saldo positivo. A casi cuatro décadas de su gestación, los de Birmingham volvieron a reafirmar su estatus, dejando en claro que su entrega, energía y teatralidad sigue intacta.
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