Por Juan Ignacio Pisano / Ilustración: A1 Design
¿Cómo construye sentido una banda instrumental? Estimo que de muchos modos. Poseidótica, en particular, habilita un universo simbólico a través de referencias que remiten a instancias siempre susceptibles de ser vinculadas a entidades genéricas: a diversos géneros musicales que se reúnen en aquello que ellos mismos llaman “rock expansivo”, pero también mediante el uso de imágenes de cataclismos futuros, de naves espaciales y cyborgs; a través de la nominación de sus canciones y discos refiriendo a la ciencia ficción –“Crónicas del futuro” (2011) es un homenaje a ese género-, al cómic, al cine clase B; al mito de Poseidón o al mundo de lo acuático; a la propia condición humana que proponen como un dilema sobre el origen o como una instancia que se encara a través de “La distancia” (2008).
¿Qué pasa si se calla el cantor? ¿Qué pasa si se pone en cuestión el origen de la voz, la metafísica del decir y la palabra oralizada? La vida no calla. La ausencia de voz cantora en Poseidótica abre, por el contrario, un umbral de sentido impreciso pero real y, para recurrir a su propia adjetivación, expansivo. Cada canción aparece como una experiencia disponible a un uso que sorprende cuando la instancia de una fuerte voz cantora se corre del centro de la escena en un ámbito como el nuestro, que carece de una tradición tal —salvo, quizás, que nos remontemos a alguna experiencia spinettiana de los setenta—. Por caso, el viernes 14 de diciembre cada canción desplegó en mi imaginación una narrativa -esa persistente imaginación de la voz, pero también de la imagen- de múltiples aristas que se expandían en viajes diversos: futuros distópicos, escenas de películas de terror de los ochenta, persecuciones en automóviles estilo Mad Max, caballos galopando por una pampa desierta, luchas por la libertad, batallas contra imperios galácticos y terrestres. Punto intermedio entre el vacío y la totalidad o experiencia siempre por-venir, la música de Poseidótica ancla en fugaces y potentes crónicas del futuro.
Tal vez en esos silencios de cantor haya encuentros que se pierden por esperar que la palabra precisa centre el sentido de una experiencia musical. Quizás en esa mezcla de géneros y en esa narrativa de matices futuristas resida una libertad desconocida, pero ansiosa por emerger. No resulta extraño que al terminar el recital algunos hayamos cantado por el aborto legal, en el hospital. No lo resulta si se agrega que la propia banda habilitó el escenario para que las dos fechas, la del 13 y la del 14, la abrieran Lucy Patane y Mene. Se abandona toda extrañeza cuando en un twitt del día después Poseidótica afirma: “Fundamental su arte en los tiempos que corren”. Para estos tiempos, también, parecen arribar desde la nave nodriza de la imaginación Poseidótica -que así quiero llamar a su fábrica de libertades genéricas- los dos temas nuevos que tocaron: “Progre-loco” y “El canchero”.
Si se calla el cantor, si la voz del padre nos deja algunos resquicios para relatos silenciosos de un futuro que proponga al origen como dilema y no como punto de partida obligatorio; si eso ocurre, tal vez, puedan intervenir la escena otras palabras para suplir las distancias, aunque ellas nazcan de melodías ancladas en referencias leves, como títulos de canciones o nombres de discos e imágenes calculadas para expandir al rock. En esos futuros, en esas crónicas del deseo, viven en libertad los géneros y la vida, allí, canta por derecho propio.
Comentarios