Si buscamos la palabra mapa en cualquier diccionario, vamos a encontrar, más o menos, una definición del tipo: representación gráfica simplificada del territorio, sobre una superficie plana o esférica. Hacer un mapa no es fácil porque implica conocer en profundidad el territorio que se va a representar, para poder hacerlo entendible a quien lo vaya a consultar posteriormente. Hacer un mapa significa representar una realidad compleja y simplificarla lo máximo posible para el entendimiento del ojo común. Si ese mapa, encima de todo, es un mapa musical y social, más difícil se torna el asunto.

Parricidas: Mapa rabioso del metal argentino contemporáneo es todo lo anterior, elevado a la máxima potencia. Este libro que salió a la luz en 2018, editado por La Parte Maldita, es una representación de una realidad compleja y enmarañada como lo es el metal argentino. Pero, como si representar la realidad del metal no fuera poco, este mapa en forma de libro no tiene como objetivo mostrar una foto actual, sino ir más allá y proponer al lector una apertura mental que rompa con los estándares y que cuestione lo establecido.

En cada capítulo nos vamos a topar con un llamado a la reflexión activa, a meternos a escuchar nuevas voces, nuevos mensajes, nuevas bandas con una cabeza diferente y con valor agregado. Sin desmerecer los orígenes, ni perdiendo el respeto a los padres del metal, mediante un análisis fundamentado, se busca matar esa voz del padre que se ha tomado como palabra santa durante años, pero que ya se le encuentra cierto grado de ranciedad y autoritarismo en el mensaje, para dar paso a un nuevo paradigma. Por eso, este grupo de autores, los parricidas de este padre que solamente nos permite escuchar ciertas cosas, más no otras, nos van a reclutar en cada palabra, en cada capítulo. No solo vamos a ser lectores, sino también coautores de este crimen cultural y social que nos proponen.

En este desentramado minucioso del metal argentino, con el eje central en el asesinato de esa voz que ya quedó vieja y desfasada frente a los movimientos culturales y sociales actuales, nos encontramos con capítulos dedicados al rol de la mujer en el metal, a la conciencia ambiental, a la concepción de los niños y pre adolescentes del género y de sus mensajes, a la territorialidad reescrita por el metal patagónico, al stoner argentino con bases en Pappo, entre otros temas. Y para no dejarnos con hambre de profanación de esta voz, varias páginas se dedican exclusivamente a Carajo, Raza Truncka y Asspera como profanadores y cómplices fundamentales de este crimen cultural.

Y, en pos de meternos en la piel de estos parricidas del metal argentino, no vamos a dejar de mencionar que un portador de la voz originaria es, por supuesto, Ricardo Iorio. Otro es Pappo. Otro es Rata Blanca. Son todos precursores, sembradores de la semilla del metal nacional, disruptores de su época, padres. Y, como en toda familia, los hijos ven a los padres como ídolos, intocables y genios cuando son pequeños. Pero esos hijos metaleros de estos padres cuya educación fue buena (nadie lo duda) han madurado y ya no los ven como héroes. La madurez de los hijos del metal nacional llegó y están descubriendo y cuestionando los errores cometidos por los padres, para no cometerlos nuevamente al educar a las próximas generaciones metaleras.

A lo largo de las páginas se revisa esta influencia de los padres del metal, cuestionando críticamente su postura estirada, rancia y retrógrada frente a algunas cuestiones que están en plena deconstrucción en este momento social y que influyen en los mensajes de las bandas y en la recepción del público; aunque no se le quita mérito de nada, sobre todo en el federalismo y el enaltecimiento de la Patagonia metalera. Esa revisión es en realidad un asesinato, un parricidio que servirá para dar un salto hacia la reconfiguración de este mapa del metal nacional, con un desmembramiento del cuerpo del padre representado en letras de canciones.