Si en algo no se han diferenciado las democracias burguesas de las dictaduras u otros métodos autoritarios de gobernar, es en la aplicación de la censura. No importa el ámbito, puede ser político, social, artístico, da igual, la censura siempre se corporiza de alguna manera. La música, pero en particular el rock y el heavy metal no fueron la excepción de ello.
El nombre de Al Gore quizá sea recordado por su período como vicepresidente de los Estados Unidos durante la presidencia de Bill Clinton, o por haber perdido las elecciones con George Bush hijo posteriormente, o tal vez simplemente por haber visto su documental “ecológico”: ”La Verdad Incómoda”. Y hablando de verdades incómodas, el bueno de Al tiene que ver con esta historia aunque lo hizo casi de manera secundaria. De lo contrario, la gran antagonista fue su esposa Tipper Gore.
Resulta que un día de 1984 Tipper se encontraba frente al televisor junto a su hija hasta que, de pronto, emergió la figura de Prince con su entonación de ”Darling Nikki”. Parece que semejante incitación a la masturbación femenina escandalizó de sobremanera a la pura y angelical dama. Fue en ese momento cuando supo que no podía permitir que los niños occidentales y cristianos crezcan con todo ese palabrerío obsceno al alcance de cualquiera. Esta penosa secuencia que soportó la pobre señora, fue solo la punta del iceberg de lo que se avecinaba.
Tiempo después de ese primer acercamiento con lo lujurioso, la defensora de la moral comentó la situación con otras esposas de distintos políticos del Partido Demócrata norteamericano y entre todas convergieron en que no les quedaba más remedio que tomar cartas en el asunto. La primera acción oficial fue la denominada: ”Las quince asquerosas” (Filthy fifteen). Hecho al mejor estilo macartista, donde se clasificaron diferentes canciones que sobrepasaban los limites de la ética, sea por sexo, ocultismo, violencia o consumo de drogas y alcohol. Los intérpretes que integraban la lista eran de lo más amplio, desde Madonna, Sheena Easton o Cyndi Lauper hasta AC DC, W.A.S.P, Judas Priest, Venom, Black Sabbath, o Twisted Sister, entre otros.
En septiembre del 85’ el ataque a la libertad de expresión ya era oficial, las denominadas esposas de Washington habían logrado llevar a cabo una audiencia en el Senado avalada por el gobierno del republicano Ronald Reagan. Las comisiones trataban de darle un estatuto científico a los efectos que esas líricas podían provocar en los niños. Desfilaron una caterva de psicólogos y sociólogos de extrema derecha para brindar argumentos al respecto, y obviamente siempre del lado de la prohibición.
El objetivo central del ”Parents Music Resource Center” (PMRC) o en español Centro de Recursos Musicales de Padres era que los canales de televisión boicoteen a artistas con este tipo de propuestas, que los sellos discográficos pongan una clasificación sobre el contenido de las canciones, y que las grandes disqueras le quiten visibilidad a estos discos ocultándolos, entre otros disparates del mismo corte, que aseguraban que este influjo sobre la juventud los llevaría a la indecencia, la subversión, el libertinaje o incluso el suicidio.
Muchos músicos pasaron para testificar al respecto y oponerse a este proyecto censurador, pero quizá las intervenciones más destacadas fueron las de Frank Zappa, el artista country John Denver y el líder de Twisted Sister, Dee Snider, a la postre el gran ganador de estas jornadas.
En su turno, Zappa declaró que: ”La propuesta no proporciona ningún beneficio real a los infantes, viola las libertades civiles de las personas que no son niños y promete mantener a los tribunales ocupados durante años, tratando con los problemas de interpretación y ejecución inherentes al diseño de la propuesta” y concluyó con que el PMCR era una ”sarta de sinsentidos mal concebida”. Por su parte, la fe del comité estaba puesta en la declaración de Denver quien, a priori, podría mostrar cierta complicidad con el Gobierno por ser un músico tradicionalmente folk y en consonancia con el sentir yanqui. Pero lejos de esta apreciación, el cantautor fue contundente: ”Los censores a menudo interpretan mal la música y lo que se niega se convierte en lo más deseado”.
Luego de las poderosas palabras de Denver llegaría el turno de Dee Snider, acusado por incitar al parricidio en el hit de la banda: ”We’re Not Gonna Take It”. Snider, lejos de querer aparentar ser algo que no representaba, llegó al senado en musculosa y con sus jeans gastados. Se sentó, sacó un machetito arrugado del bolsillo trasero de su pantalón y comenzó a exponer: ”Estoy casado, tengo un hijo de tres años, nací y crecí como cristiano y aún me adhiero a estos principios, y créanlo o no, no bebo, no fumo y no tomo drogas”. Otro tema de su grupo, también estaba bajo la mira: ”Under the Blade”. En este caso, por instar al sadomasoquismo y violación cuando en realidad esta describía el miedo que tuvo su guitarrista frente a una operación de garganta.
”El sadomasoquismo, la esclavitud y la violación se encuentran en la mente de la señora Gore’’, sentenció Dee y calló a todos los presentes. El comité se apagó poco a poco y la única consigna que lograron imponer de todas las proclamadas, fue la que aún perdura en la actualidad: ”Parental advisory: explicit content” (aviso a los padres: contenido explícito).
Las esposas de Washington quizá se hayan olvidado de la derrota consumada en esas jornadas de septiembre de 1985, pero los que no lo olvidaron fueron los distintos grupos que con el paso del tiempo han compuesto diversas piezas que tocaron el intento de censura del PMRC. Tal es el caso de Megadeth con ”Hook in Mouth”, ”Censorshit” de Ramones, o Warrant con su deliberada ”Ode to Tipper Gore”. Si bien no es una canción, Mary Morello, madre de Tom Morello fundó el grupo de derechos civiles ”Padres a Favor del Rock y el Rap” en 1987 con el fin de contrarrestar las expresiones de censura de las clases gobernantes. El hijo, por su parte, con sus compañeros de Rage Against The Machine dieron en 1993 su descontento en el festival Lollapalooza, de manera que salieron los cuatro integrantes desnudos al escenarios con una cinta en la boca y cada uno con una letra pintada en el pecho para conformar las siglas PMRC. De este modo, se quedaron parados frente a la multitud sin tocar una nota durante el período que tenían asignado para el show.
El tiempo dirá si Snider tuvo razón en mostrarse tal cual es, o si los fanáticos esperaban encontrarse con el reventado que aparentaba ser en los conciertos. Lo cierto es que el avance censurador en los EE.UU solo se quedó en la etiqueta de advertencia, que ante la cantidad de reclamos iniciales, pareciera ser algo casi insignificante. De todos modos, la música una vez más le ganó a los poderosos y con o sin etiqueta, esas canciones siguen en nuestros parlantes.
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