Pelo largo, vincha, siempre pegado a la raya. Se lo podría definir como un wing clásico con estirpe y look de crack que, además, tenía buen manejo de pelota y un alto porcentaje de gol. El West Ham lo tenía entre sus filas y estaba decidido a hacerle un contrato como profesional. Sin embargo, su amor por la música y el bajo terminaron con todos los sueños de gloria en el verde césped, pero crearon las bases del reconocimiento mundial en el heavy metal.
Hijo de los condenados
Un 12 de marzo de 1956, nació en Londres (Inglaterra) Stephen Percy Harris, más conocido como Steve Harris. Criado en una clásica familia londinense, Steve creció entre su amor a la música y su amor por el fútbol. De joven llegó a hacer las dos cosas, hasta que la vida lo obligó a tomar una decisión.
Su cariño por la música llegó, en gran parte, por los vinilos que un amigo del colegio ponía mientras jugaban al ajedrez. Esos discos fueron un viaje de ida para el joven Steve. Así recordó esa secuencia: “Le dije: ¿Puedo tomar prestados algunos de tus álbumes? Así que me dio discos de Black Sabbath, Wishbone Ash, Jethro Tull y cosas así. Me los llevé a casa y los puse. Eso fue todo, cambió mi vida por completo”.
Tras pasar por algunas bandas locales, en 1975 y antes de cumplir sus veinte años, fundó Iron Maiden (nombre inspirado en el instrumento de tortura del medioevo que se puede apreciar en el film “El Hombre De La Máscara de Hierro”).
Atrapado en algún lugar del tiempo
Con Maiden fundó una escuela y abrió paso a muchísimas bandas que tomaron el legado de La Doncella desde aquel momento y a través del tiempo. Con la agrupación que siempre tomó como su propio juguete, incursionó en distintos sonidos: desde estructuras más agresivas y cortas inspiradas en el incipiente metal y el punk (aunque él lo niegue), hasta elementos del rock progresivo británico inspirados en Jethro Tull, Genesis o Yes.
Desde la concepción del grupo, Harris siempre se lo tomó como un trabajo y la disciplina era uno de los baluartes innegables en su forma de ver el mundo. Es por esto, que más allá del éxito de los dos primeros discos de la agrupación, él mismo decidió despedir al vocalista Paul Di’Anno por su adicción a las drogas y su volatilidad en la responsabilidad para con Maiden.
Es historia conocida que con Bruce Dickinson como vocalista la banda alcanzó su punto más alto en los años 80’s, en los llamados Golden Years (años dorados). Más allá de la gloria y la fama, El Jefe pocas veces se mostró más relajado. De hecho, su caudillismo y la forma de encarar los proyectos del grupo le supieron jugar malas pasadas con Dickinson y Adrian Smith, quienes en los 90’s abandonaron la asociación para dedicarse a sus carreras en solitario y volver unos años más tarde a La Doncella.
Sin embargo, su forma de ser en la música, no sólo hizo que el saldo de Maiden de a favor con más de 45 años ininterrumpidos en la carretera, sino también que prácticamente creó una forma de tocar el bajo en el metal con su famosa “cabalgata”.
Sueños infinitos
Por fuera de Iron Maiden no fue hasta 2012 que, finalmente, incursionó en un proyecto paralelo. El resultado fue British Lion, un conjunto donde Harris se permitió desarrollar su faceta más hardrockera y directa. “En British Lion no me permito escribir canciones largas”, reconoció para el sitio Loudwire, teniendo en cuenta que desde el 2000 a esta parte, Iron Maiden suele incluir muchas canciones de su autoría con duración de más de siete minutos en sus álbumes.
Las dos placas que lanzó, hasta el momento, con British Lion no tuvieron la mejor de las recepciones, tanto de la comunidad como de la crítica. Poco de esto le importó a Steve. Alguna vez le preguntaron sobre la necesidad de tener otro proyecto paralelo y su respuesta no dejó espacio para la suspicacia: “British Lion me permite tocar en pequeños pubs para 200, 300 personas. Con Iron Maiden no puedo hacer eso”. Así se ilustra la vida artística de un tipo, que con más de 60 años, mantiene el espíritu amateur y las ganas de seguir tan fuertes como la cabalgata de su bajo.
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