Fumaba un cigarrillo tirado en el sillón, la primera luz del amanecer californiano se colaba por los resquicios de la persiana, y de fondo, lejos, se escuchaba en una radio la lúgubre guitarra de Tony Iommi fusionarse con la inconfundible voz de Ozzy Osbourne en “Children Of The Grave”. A Randy no le gustaba, nunca iba a entender la oscuridad ni la estética de esa banda. Terminó el pucho incorporándose, apagó el aparato y pensó que le vendría bien dormir unas horas. Esa madrugada, desconocía que su futuro estaría ligado al frontman de ese grupo que no lo representaba.

Un chico californiano

Randall Rhoads, más conocido como Randy, nació en 1956 en Santa Monica, Estados Unidos. A pesar de su corta carrera, tuvo una irrefutable influencia en la historia del heavy metal, quizá por su estilo clásico, cómo por su muerte temprana y repentina. Desde su nacimiento, mantuvo un contacto muy estrecho con la música por ser parte de una familia con más de tres generaciones de músicos.

La madre de Randy, Delores Rhoads, fue la fundadora de Musonia, una escuela musical de formación clásica muy tradicional en la costa oeste de Estados Unidos, por lo que mamó desde chico el estilo clásico en su hogar. A los seis o siete años, el pequeño jugaba en una habitación de su casa y al vaciar un armario encontró una vieja Gibson Army Navy Special 1918. Desde ese instante, nunca más pudo largar la guitarra. Años más tarde, casi de casualidad como el encuentro con esa guitarra significativa, sería su encuentro con una de las voces más emblemáticas de la escena rockera de aquellos años.

Después de tener en Violet Fox, a su primera banda, a los 16 años fundó junto a su amigo Kelly Garni un grupo al que, posteriormente sin Randy en su formación, le llegaría el reconocimiento: Quiet Riot. La época de Randy en este conjunto estuvo signada por la búsqueda de profesionalización y la publicación de discos. En su arranque, la banda no podía establecer su sello en Estados Unidos, pero en 1977 y 1978 publicaron “Quiet Riot I” y “Quiet Riot II”. Ambos álbumes editados por un sello japonés, por lo que en occidente gozaron de una casi nula popularidad.

Más allá de los shows que la banda daba en los pubs locales, Randy era un amante de la docencia, por lo que pasaba parte de su tiempo dedicado a enseñar clases de guitarras a niños y adolescentes en la academia de su madre. Esta realidad se vio en jaque cuando en 1979, Un Ozzy Osbourne detonado y lejos de Black Sabbath, decide cambiar de estilo y en Estados Unidos, busca a un guitarrista para lo que sería su primer disco solista.

Mr. Osbourne

Después de varias audiciones con poco éxito, Ozzy estaba dispuesto a volver a Inglaterra sin guitarrista para su proyecto solista, pero decidió realizar un último intento, llamar a Dana Strum, un bajista local que conocía y preguntar por ese chico que descosía la guitarra. A Randy, mucho no le agradaba la idea de ir a audicionar para Osbourne, pero una charla con su madre lo hizo cambiar de parecer.

“No sé quién es Ozzy Osbourne, pero a tu hermano le gusta. Así que vas a unirte a él y hacer ese maldito disco” le manifestó Delores, y ya no quedaron dudas de lo que haría. La tarde noche de la audición, Randy cayó con una Les Paul y un pequeño amplificador, pero fue contratado casi sin haber tocado. Años después aclaró: “Ozzy me contrató sin tocar, solo hice un par de riffs y me dijo que estaba adentro”. El mismo ex vocalista de Sabbath, que en esa época luchaba contra la adicción a las drogas y el alcohol, llegó a declarar que cuando escuchó a Randy por primera vez sintió que Dios “había llegado a su vida”.

Una vez dentro del proyecto, el éxito no se hizo esperar. En 1980 llegó el debut de Ozzy con “Blizzard of Ozz” que, a juzgar por el tiempo, fue el más exitoso de los dos discos en los que participó Rhoads. 1981 sería el turno para “Diary of a Madman”. Hablar de Randy Rhoads es hablar de “Crazy Train” y “Mr Crowley”, ambos solos quedaron en la memoria de todos los metaleros, tal es el caso que ambos se encuentran entre los “100 mejores solos de guitarra de la historia” según la revista Guitar World. Alguna vez, Randy dijo: “La guitarra de Mr Crowley es pura música clásica”.

Quiebre y final

Randy llegó al camarín secándose la transpiración, lo había dejado todo en el escenario. Tenía decidido que en cuanto se termine esta gira por el país, se alejaría de la banda. En cuanto lo vio a Ozzy, totalmente borracho, le dijo que, si seguía consumiendo de esa manera, un día de estos no despertaría. Al día siguiente, Randy Rhoads perdería la vida.

El 19 de marzo de 1982, en pleno viaje a un festival en Orlando, el conductor del colectivo que los trasladaba, Andrew Aycock decidió parar un poco la marcha y salir a pilotear una avioneta, debido a que tenía un viejo permiso que lo avalaba. Tanto Randy como la maquilladora de la banda aceptaron acompañar a Aycock. Después de diez minutos de piruetas arriesgadas a poca altura, la avioneta perdió el control y se estrelló en una casa lindera. Los tres murieron en el acto. Ese día nació la leyenda. Ese pibe que la rompía con la guitarra, ya era un mito para siempre. Ozzy se sinceró en incontables oportunidades: “No hay día que no me acuerde de él, aún hablo con Randy”.