Crónica: Max Garcia Luna / Fotos: Maru Debiassi
Tecnópolis se sacudió con la potencia de Judas Priest, Europe, Queensrÿche, Savatage y Opeth, congregando a más de 20 mil fanáticos que celebraron la vigencia del rock.
Fiel a su denominación, este Masters of Rock se erigió como una auténtica celebración del género en su estado más puro. Un formato extenso, casi monográfico en su dedicación al rock, y una convocatoria de artistas internacionales de primerísimo nivel conformaron una grilla que evocaba la grandeza de las décadas doradas del rock mundial.
Desde el mediodía, el predio de Tecnópolis, ubicado en Villa Martelli, albergó a más de 20 mil fanáticos que asistieron al festival, que por segundo año se realiza en nuestro país. Con dos escenarios dispuestos en paralelo bajo el cielo abierto, la jornada se encendió a las 13hs con la energía de créditos locales como Renzo Leali, La Carga, Tandem, Against, Entre El Cielo y El Infierno (tributo a Rata Blanca con ex integrantes de la banda), Horcas y el dúo instrumental OnOff, que prepararon el terreno para la llegada del primer número internacional: Opeth.
Tras la contundente presentación de los suecos, quienes durante una hora desplegaron su distintiva mezcla de metal progresivo con dosis de death metal, el escenario recibió a otra leyenda del género: Queensrÿche. La agrupación, pionera en revolucionar el metal progresivo en la década de los ochenta con su innovadora propuesta y la inconfundible voz de Geoff Tate, se presentó con formación renovada. Con dos pilares de su alineación original y Todd La Torre, un vocalista que honra el legado de su predecesor con notable destreza, y un setlist que hizo especial énfasis en sus álbumes seminales, en particular los conceptuales y aclamados “Operation: Mindcrime” y “Empire”.
El siguiente turno fue para Savatage, otra emblemática banda estadounidense con una historia marcada por la pasión y la adversidad. Fundada por los hermanos Jon y Criss Oliva, la trágica pérdida de Criss en 1993 dejó a Jon como líder, asumiendo teclados y voz. Si bien Jon Oliva no pudo estar presente físicamente, su espíritu se hizo sentir de manera conmovedora a través de las pantallas, donde interpretó con profunda emoción el tema “Believe” junto al resto de la banda, en un instante dedicado a la memoria de Criss. A pesar de esta ausencia, Savatage entregó una actuación vibrante, repasando clásicos como “Jesus Saves”, “The Wake of Magellan” y el enérgico “Edge of Thorns!”.
En el ocaso de la tarde, el escenario contiguo recibió la llegada de Europe, aportando al festival la cuota de hard rock melódico. Con su formación clásica intacta, el show se cimentó en dos pilares fundamentales: la maestría en las seis cuerdas de John Norum y el carisma intacto de Joey Tempest. El público coreó con fervor los clásicos radiales que han resistido el paso del tiempo, como “Rock the Night”, “Cherokee” y “Superstitious”. La emotiva “Carrie” también tuvo su momento estelar, preparando el terreno para el inevitable y eufórico cierre con “The Final Countdown”, que contó con la especial participación del guitarrista de Opeth.
Tras una espera que generó incertidumbre, la organización del festival comunicó la inesperada noticia de la cancelación de la presentación de Scorpions, quienes iban a cerrar la noche celebrando su extensa trayectoria. La razón: una laringitis que afectó a su vocalista, Klaus Meine. Sin embargo, Judas Priest, que precedía a Scorpions en la grilla, accedió a extender su setlist como compensación, ofreciendo una actuación que superó las dos horas.
Si de la esencia pura del heavy metal se trata, Judas Priest se erigió como el indiscutible maestro de ceremonias, transformando el escenario en un auténtico templo del metal. Rob Halford, a sus 73 años, demostró ser un titán vocal, alcanzando agudos ensordecedores y luciendo diversos cambios de vestuario. A pesar de la ausencia física de Glenn Tipton, presente a través de las pantallas, y la ya lejana partida de K.K. Downing, las guitarras de Richie Faulkner y Andy Sneap mantuvieron intacta la emblemática dualidad sonora de la banda. El setlist incluyó un glorioso recorrido por clásicos atemporales como “Breaking the Law”, “Love Bites”, “Turbo Lover” y “Painkiller”, sabiamente intercalados con potentes temas más recientes como “Panic Attack” y “Crown of Horns”, demostrando que la leyenda sigue viva. El cierre extendido con “Electric Eye”, “Hell Bent for Leather” y el groovero “Living After Midnight”, con la Harley Davidson sobre el escenario, puso fin a una jornada con leyendas que no saben de modas y resisten pese al paso del tiempo.
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