Crónica: Max Garcia Luna / Fotos: Maru Debiassi
La banda de Andrew Eldritch regresó al país con un show en el Teatro Flores que combinó clásicos, rarezas y una vigencia intacta en la escena gótica.
A pesar de no haber publicado material nuevo desde 1993, The Sisters of Mercy nunca dejaron de girar. Durante estas tres décadas fueron renovando su repertorio en vivo con canciones inéditas que, en conjunto, equivalen a un par de discos que solo existen sobre el escenario. Su última visita a la Argentina fue en 2012, y en el medio se consolidó un fenómeno curioso: un redescubrimiento del rock gótico por parte de nuevas generaciones, que encuentran en la banda de Andrew Eldritch un punto de contacto directo con los orígenes de la estética oscura. Esa combinación de nostalgia y vigencia explica la gran convocatoria que tuvieron en esta nueva parada porteña.
Después de la actuación de Los Péndulos como antesala, a las 21:10 se apagaron las luces y el Teatro Flores quedó envuelto en un clima de expectativa. La iluminación, apropiadamente melancólica, tiñó el escenario de azul mientras un beat en loop marcaba la entrada del grupo británico. Ben Christo y Kai se adueñaron del frente con sus guitarras, detrás la silueta inmóvil de Chris Catalyst al mando de los sintetizadores, mientras la mítica figura de Eldritch acecha entre las sombras y la bruma, con gafas oscuras, su voz cavernosa y la presencia magnética que lo vuelve inconfundible.
El show confirmó lo que todo seguidor de The Sisters of Mercy sabe: su riqueza de material no depende de un nuevo disco, sino de un catálogo inmortal que se resignifica en cada gira. El arranque con “Don’t Drive On Ice” y “Crash and Burn” marcó la tónica, aunque el sonido mostró altibajos a lo largo de la noche. Hubo, sin embargo, momentos de conexión que se elevaron por encima de cualquier desajuste, como en el medley “Doctor Jeep / Detonation Boulevard”, la inclusión de “Giving Ground” del proyecto paralelo The Sisterhood y clásicos insoslayables como “Alice”, o “Dominion/Mother Russia”. El tramo final fue un repaso obligado por los himnos: “More”, “Temple of Love” y “Lucretia My Reflection”, hasta desembocar en un cierre catártico con “This Corrosion”, coreado de principio a fin por un público que convirtió la noche en una celebración oscura.
The Sisters of Mercy siguen siendo una referencia ineludible dentro del rock gótico, un género que, aunque nunca alcanzó la masividad de otros movimientos ochenteros, dejó una huella profunda en el sonido y la estética de varias generaciones. La comunión entre clásicos inoxidables y piezas inéditas que solo viven en el escenario refuerza la idea de que la vigencia del grupo no depende de los formatos de la industria, sino de la fuerza con la que su música continúa dialogando con nuevas audiencias.
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