Crónica: Juan Manuel Guarino / Fotos: Florencia Giuliana
El cerebro compositor de Anathema, Daniel Cavanagh, regreso al país para presentar “Monochrome”, su último trabajo discográfico con un show íntimo y poblado de nostalgia.
Desde el comienzo del nuevo siglo, Anathema se convirtió en uno de los referentes más importantes a la hora de hablar de bandas progresivas creadoras de atmósferas y sonidos delicados capaces de sumergir al oyente en un plácido estado de somnolencia, en especial gracias a los lanzamientos que el combo inglés editó a lo largo de esta década, alejándose cada vez más de aquella banda de Doom Metal que irrumpió a comienzos de los 90’s. Gran parte de la responsabilidad en todo esto recae en Daniel Cavanagh, principal compositor de Anathema y uno de los tres hermanos que integran la agrupación. Su insaciable inquietud artística, lo llevó a componer por fuera de su banda madre y así fue como el año pasado salió el muy recomendable “Monochrome”, el cual le sirvió como excusa para agarrar la guitarra acústica, el piano, y visitarnos nuevamente pero esta vez en completa soledad a diferencia de las veces anteriores que vino en compañía de la vocalista Anneke Van Giersbergen, su habitual co-equiper de trabajo.
El hecho de que El Ultra Bar sea un pequeño recinto ubicado en el bajo porteño realzó el sentimiento intimista y acogedor que reinaba en el ambiente, ideal para la propuesta de Danny. De hecho, hasta parecía un clima más propio de un after office que de un recital: mucha gente sentada en mesas ubicadas alrededor del pequeño escenario, bebiendo y comiendo, más otros tantos que se quedaron parados conformaron el pequeño puñado de fans que se acercaron pese a la incesante lluvia de aquella noche. Y Daniel disfruta de todo esto; tal cual nos lo dijera más adelante promediando el show, él disfruta mucho de los shows con audiencias más grandes pero para él esto es más especial. Lo cierto es que se trató de algo mucho más relajado, hasta casi rudimentario, con mucha improvisación y poca teatralización, elementos que contribuyeron a reforzar la idea del tipo de show que se estaba llevando a cabo. Sin pantallas, sin telones de fondo, nada de eso. El agasajado de la noche simplemente apareció desde la parte trasera del bar, se metió entre el público, y entre los pequeños huecos llegó al escenario para tomar su guitarra y arrancar con “Springfield”, pieza perteneciente al último disco de Anathema, en lo que fue más bien una suerte de improvisación para terminar de afinar sus instrumentos. Con “Untouchables Pt.2” dio más la sensación de que el show había empezado realmente y pegada vino la amable “Are You There?” para ya instalar definitivamente un clima de ensueño que quedaría plasmado en un set conformado mayoritariamente por covers, ya sean de Anathema o de otras bandas. Sorprendió que de su última placa solista sonara solamente “The Exorcist”, en uno de los momentos en que Danny tomó el piano.
Pese a todo, la selección de temas para nada defraudó a la audiencia (hasta hubo momento para una votación cerca del final) y fue así como tomando prestadas glorias ajenas pudimos pasar desde Depeche Mode (“Enjoy The Silence”) hasta Iron Maiden (“Wasted Years”). Lógicamente Pink Floyd no podía faltar, ya que es una marca registrada en la firma de los hermanos Cavanagh, y allí sonaron “Another Brick In The Wall Pt.2” y “Shine on You Crazy Diamond Pt.1” con un excelente trabajo de Danny por emular los solos de David Gilmour. Pero fueron las versiones de Anathema las que lograron colar en lo más íntimo de los oyentes; “Ariel”, “Lost Control”, “Deep” y la siempre conmovedora “One Last Goodbye” derritieron hasta los corazones más duros. Pero en mi opinión el clímax llegó en el final con “Untouchables Pt.1”, sencillamente, una de las piezas más brillantes que una banda pudo haber sacado en estos últimos años.
Y así como vino, de la misma forma Daniel se despidió de entre el público; entre risas, cánticos y hasta alguna que otra lágrima. Entre bromas llegó a decir que le daba vergüenza cuando la gente vitoreaba su nombre, que consideraba que había artistas mejores que él. No es necesaria tanta humildad, Danny. Claramente, él ya tiene un lugar entre los grandes aunque muchos lo ignoren.
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