Crónica: Juan Manuel Guarino / Fotos: Maru Debiassi
Con una lista de canciones principalmente basada en el período 89/91 de Sepultura, los hermanos Cavalera dieron un show devastador en Flores.
Un pasado brillante para un artista puede ser una bendición y a la vez una condena. El caso de los hermanos Cavalera sin dudas es uno de los ejemplos más notables. Sin ahondar demasiado en las causas que los llevaron al actual presente, la realidad es que a más de 20 años de la separación del más exitoso Sepultura ni Iggor ni Max, ya sea juntos o separados, pudieron siquiera empardar lo que lograron cuando formaban parte de la agrupación nacida en Belo Horizonte. Y cuando esta realidad se hace más que evidente, para seguir manteniéndose relevantes, no queda otra alternativa que apelar a la nostalgia y salir de gira.
Por un lado soy de los que piensa en que no hay que aferrarse al pasado y que hay que salir con los tapones de punta a promocionar el material más reciente por más que no esté a la altura de la historia. Deberían ser los músicos, antes que el público, los primeros convencidos en su propia obra. Pero claro, no menos cierto es que lo creado hasta hoy por Cavalera Conspiracy (la agrupación que reunió nuevamente después de muchos años a ambos hermanos) está a kilómetros de distancia de la época dorada de los Seps. Y que la única forma de salir con un cartel atractivo es recreando en vivo piezas extraídas de los antológicos “Beneath The Remains” (1989) y “Arise” (1991).
Además, claro, la nostalgia garpa siempre. Más en nuestro país. Solo bastó con estar ése lluvioso sábado a la noche en el Teatro de Flores y verlo concurrido hasta el tope. No es un dato menor en los tiempos que corren. Para quienes hayan ido con ganas de poguear hasta morir, los brasileños les dieron el gusto con una lista demoledora. Porque más allá de las apreciaciones personales nadie va a negar que el show fue letal. Con un sonido más que correcto que acompañó la hora-veinte que duró el set, los Cavalera, excelentemente secundados por los músicos que los acompañaron, sacudieron a todos los presentes. Los años no vienen solos y a la dupla les están comenzando a pasar factura. Pero ¿a quién le importa? Si lo que viene del escenario son bombas destructoras como “Beneath the Remains”, “Innerself” o “Mass Hypnosis”. Max es un constante arengador; todo el tiempo pide circle-pit y eso a la plebe le encanta. Y después, las canciones hablan por sí solas. Podrán pasar mil años pero pocas cosas serán tan demoledoras como el tridente conformado por “Arise”, “Dead Embryonic Cells” y “Desperate Cry”. Hasta hubo tiempo para covers; “Orgasmatron” de Mötorhead era cantadísima pero “I Believe in Miracles” de los Ramones sorprendió a más de uno. Si bien el eje central de la gira fueron los dos discos mencionados anteriormente, también sonaron otras perlitas de Sepultura como “Troops of the Doom”, “Refuse/Resist” y “Roots, Bloody Roots” que hicieron temblar todo el barrio de Flores. Cerraron con un popurrí de la era que vinieron a presentar y dejaron a todos más que satisfechos. ¿Nostálgico? ¿Demagogo? ¿Previsible? Sin dudas. ¿Efectivo y devastador como pocos? También.
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