Crónica: Nicolás Cardinale / Fotos: Lucas De Quesada
Después de tres años, la banda galesa regresó a nuestro país para presentar su último álbum, “Gravity”, ante un público que no paró de saltar en todo el concierto.
¿Qué sucede cuando se combina una masa de público que está deseosa de expulsar momentáneamente todos los problemas de su vida cotidiana con una banda que relata en sus canciones situaciones similares con ritmos pegadizos y tribuneros?. Exacto, una increíble relación audiencia-grupo que no necesita de más palabras que las expresadas en sus piezas musicales. Esto fue lo que se vivió dentro del Teatro Flores la noche del pasado 26 de noviembre, cuando Bullet For My Valentine tocó en nuestro país con la excusa de dar a conocer su más reciente producción discográfica titulada “Gravity”, lanzada en junio de 2018 a través de SpineFarm Records.
La verdad es que existía un poco de escepticismo en el aire acerca de cómo sonarían los nuevos temas en vivo: La placa no había recibido la mejor recepción tanto por la crítica especializada como por los fans más puristas del conjunto, debido a su alejamiento de los elementos hardcore y thrasheros que eran tan característicos en su sonido y la experimentación dentro de un mundo más cercano al nu metal y un cierto “abuso” de los arreglos electrónicos. Sin embargo, todas las dudas se disiparon cuando a las 21:15, un cuarto de hora antes del horario de inicio pautado, las luces se apagaron y empezó una verdadera fiesta.
Aunque las pruebas que pusieron sobre la mesa para alejar las opiniones negativas acerca del disco fueron pocas (tres, para ser más precisos), también hay que admitir que fueron bien elegidas. El excelente inicio con “Don’t Need You” sentó las bases para caldear un ambiente que venía implorando la presencia de Matt Tuck y compañía desde temprano. Las otras dos canciones, “Piece Of Me” y “Over It”, que quedaron en el camino antes de la mitad del concierto, también movieron el piso de Rivadavia 7806 gracias a un público encendido y que no dejó de desafiar a la gravedad en ningún momento.
Obviamente, otros de los puntos más altos de la velada estuvieron repartidos por todo el setlist. Temazos como “Scream Aim Fire”, “Your Betrayal”, “You Want A Battle? (Here’s A War)”, “4 Words (To Choke Upon)”, “No Way Out” y un extenso solo de batería (cortesía de Jason Bowld, la más reciente incorporación del grupo) fueron algunos de los que permitieron mantener las ganas de que la estancia de la banda en las tablas nunca termine.
Los bises llegaron, en primer lugar, con el guitarrista Michael Paget regresando a escena vestido con la camiseta de la selección argentina. Después de uno de múltiples agradecimientos del vocalista, el público explotó una vez más con el riff inicial de “Tears Don’t Fall”, coreada y pogueada por todo el recinto. Antes del inevitable final, la gente empezó a pedir por “Hand Of Blood”, haciéndose eco del deseo concedido a los fanáticos brasileños el domingo anterior, por lo que no exceptuaron la solicitud de los argentinos. Para finalizar la noche, la magnífica “Waking The Demon” aportó el golpe de gracia a un evento de altísimo calibre.
Aunque la interacción entre el grupo y su público no fue abundante, fue más que suficiente para mantenerlo prendido porque, como fue mencionado al principio, esta función fue cubierta con excelencia por los 16 tracks que desfilaron hasta las 22:20. La fanaticada abandonó el recinto porteño con un muy buen sabor en su boca y con la certeza de que una de las máximas leyes de la física fue desafiada.
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