Crónica: Julieta Güerri / Fotos: Maru Debiassi

La banda proveniente de Reino Unido hizo su esperado regreso a nuestro país en el marco de su gira mundial “8525”, que celebra sus 40 años de trayectoria.

El pasado sábado, el Estadio Obras se convirtió en el templo sagrado para los legendarios The Cult. Habiendo pasado ocho años desde su última visita, la expectativa era alta para todos los fanáticos que agotaron las entradas a los pocos días de anunciado el show. Esta fecha marcó la primera de las dos presentaciones originalmente anunciadas en Buenos Aires, a las que posteriormente se sumó una tercera en el Teatro Vorterix.

A las 21:30, el calor dentro del estadio que rebosaba de gente comenzaba a impacientar y los primeros aplausos, tímidos y esporádicos, fueron creciendo hasta convertirse en un pedido unánime por la banda. En eso, una mujer sahumaba el escenario, dando inicio al místico ritual que arrancó con “In the clouds”, una de las dos canciones inéditas del compilado de éxitos “High Octane Cult”, seguida de “Rise”, el único sencillo de “Beyond Good and Evil” de 2001. Dos canciones bastaron para poner a todos a corear el clásico argentino “Olé, olé, olé, The Cult”.

El repertorio equilibró sabiamente las distintas etapas de la agrupación comandada por Ian Astbury y Billy Duffy, históricas fuerzas detrás de The Cult, quienes están acompañados desde hace 20 años por el baterista John Tempesta y su flamante compañero de base, el bajista Charlie Jones, que constituye la más reciente incorporación al grupo desde el 2020.

“Wild flower” fue la canción que siguió y fue la más destacada de la primer parte del show, ya que la euforia característica que generan los primeros temas de casi cualquier recital se estancó un poco en algunas de las canciones que siguieron: entre ellas “Star” del disco “The Cult”; “Mirror”, perteneciente al más reciente trabajo de la banda “Under the Midnight Sun” de 2022 y “War (The process)”.

La energía del recital remontó con “Resurrection Joe” y “Edie (Ciao Baby)”, y en lo que quedaba de la noche solo iría en aumento. A la entrega total de un Astbury visiblemente sofocado por el calor del recinto —que solo se detuvo un par de veces para refrescarse y aprovechar para recordarnos que somos “Campeones”— se le sumó una seguidilla de joyas que terminaría de consolidar lo especial de la velada.

“Sweet Soul Sister” —canción que desató el pogo más grande de la noche (por lo menos hasta ese momento)— y “Rain”, dos hitazos de la banda pertenecientes a “Sonic Temple y Love”, respectivamente, prepararon el terreno para el cierre del show. Antes llegaría el punto cúlmine con la infaltable “She Sells Sanctuary”, posiblemente su tema más icónico.

“Brother Wolf, Sister Moon” inauguró los bises, que fueron dedicados a la memoria de David Johansen, histórico miembro de los New York Dolls que había fallecido un par de horas atrás: “Ellos lo empezaron, nosotros lo terminamos” sentenció Astbury, y vaya cierre que le dieron. Con una versión extendida “Fire Woman” y con “Love Removal Machine”, The Cult concluía la primera de las dos noches en Obras con una demostración de vigencia absoluta: sin pantallas gigantes, sin decorados ostentosos ni parafernalia innecesaria, la banda dejó claro que lo suyo sigue siendo pura esencia.